"Cuando indicamos nuestra adhesión al Peronismo, debemos expresar que recordamos “los mejores años, de los años felices, del 53% por ciento del Producto Bruto
Interno para los pobres, de las nacionalizaciones, del artículo 40, del Pulqui,
del Estado generoso, del Bienestar estatal, del keynesianismo desbordante, de
los sindicatos, de los abogados de los sindicatos, del Estatuto del Peón, de
las vacaciones pagas, de la entrega de Evita hasta el aliento postrero” ( José
Pablo Feinmann. “Peronismo. Filosofía política de una persistencia argentina”.
Ed. Planeta).
Y como
no podría resultar de otra forma, claramente nos sentimos “Kirchneristas”, como
un modo militante de homenajear a quienes encarnaron el sentimiento peronista
en realizaciones concretas para lograr la mejor ampliación de derechos y
ciudadanía que pueda recordar la historia argentina en los últimos 50 años.
Néstor
Kirchner, el Presidente Militante, y Cristina Fernández, la Presidenta Coraje;
aquellos que cambiaron la historia.
Para
explicar el “ser peronista”, recurro nuevamente a José P Feinmann, que citando
el primer capítulo de la “Lógica” de Hegel, expresa: “el ser y la nada se
identifican, son intercambiables: cando algo es el todo es la nada, porque las
cosas se definen por aquello que las diferencia de las otras. El ser es
diferencia.
Luego
citando a Ferdinand de Saussure dice: “…Todo elemento se refiere a otro del
cual se diferencia. Una estructura es una totalidad de diferencias. Nada es.
Todo ser es diferencia…’
Luego,
afirmando que “en gran medida y no asombrosamente el peronismo vive más en el
odio o el desdén de los antiperonistas...” explica: “…en la mayoría de los
antiperonistas cuando se llega al fondo de ellos, al abismo de su repulsa,
priva el odio al DIFERENTE encarnado en
la figura del GRASA, del POBRE o del NEGRO o del GRONCHO. Y sus actuales
manifestaciones: EL PIQUETERO, EL VILLERO, EL PORDIOSERO, LOS CARTONEROS, LOS
PIBES DE LA CALLE .” (el destacado me pertenece).
Esta
distinción esencial, que toma la forma del prejuicio discriminador, y que se
expresa ya como una contradicción o conflicto o antagonismo o guerra, es quizás
la ley primera del credo de la oligarquía gorila argentina, eregida en “clase
alta” o “casa patricia” no precisamente por honrar los intereses de la Patría.
“…durante
la década del 30 alguien –célebremente- había dicho que la Argentina era la
joya más preciada de la corona británica. Cuando la corona británica vive
estragada por la guerra la joya más preciada tiene que abastecerse a sí mismo.
A esto se le llama “sustitución de importaciones”. Se sigue exportando hacia la
metrópoli en desdicha lo que ya se exportaba y no hay otra salida más que
incurrir en una política industrialista. Fabricar en casa lo que nos venía de
afuera. Todo proceso de producción genera empleos, dado que necesita obreros.
Los obreros trabajan y cobran sus sueldos. Con esos sueldos consumen, algo que
no sabían. Al consumir aumenta la producción fabril. Esa producción tiene
asiento en las ciudades. Las que empiezan a llenarse de fábricas. Los peones
del interior reciben la noticia. Hacen su bagayito y se van para la ciudad.
Llegan y encuentran trabajo enseguida. La industria le quita hombres al campo.
Nacen las primeras villas miseria. Pero son fruto de un desarrollo que beneficia
a los nuevos obreros. Ya tienen trabajo, pronto tendrán hogar. Por ahora la
villa. Pero hay un horizonte: lo dibuja el humo de algunas chimeneas, el ruido
de los tornos, el rechinar de las máquinas. Avellaneda, Munro, Berisso, ¡
cuantos tallercitos aparecen por ahí!. El tallercito crece y es ahora una
fabrica. Lo obreros ganan su dinero y de a poco salen de la villa hacia una
vivienda escueta pero digna y siempre provisoria, porque el trabajo tiene eso: le da al obrero la
certidumbre del futuro, el esfuerzo dará sus frutos. Esto venía ocurriendo
desde al menos 1935. Cada vez con mayor intensidad. La década –politicamente-
era ultrajante, una burla a los derechos civiles de los pobres. Era la década
del fraude conservador. De los caudillos comiteriles. De Alberto Barcelo. De
Juan Nicolás Ruggiero (Ruggierito). De los que le decían a los humildes: “vos
ya votaste”. Alguien le puso un nombre que perduró: “ La década infame”[..] La
cuestión es ésta: previa al golpe de 1943 la Argentina se ponía próspera, había
trabajo, nacían industrias y -¡aquí viene el sujeto!- un proletariado nuevo,
joven, hecho de hombres que habían apenas dejado atrás la vida triste del peón,
llegaba a las ciudades. Eran los migrantes internos. Los que Eva Perón habrá de
llamar “mis grasitas”. Los que serán apodados “cabecitas negras”…”( Feinmann.
Obra citada)
Esta
nueva clase social que reclamaba su protagonismo, no sabía nada de Europa, no
les interesaba, era algo infinitamente lejano. “Sabían algo: ellos no eran
“Europa”. “Europa” podía ser, acaso la riqueza, lejanamente la cultura o el
abecedario, el saber leer. Y era la
Guerra…” (Feinmann. Obra citada) .
La obra con que ilustro este post es de la artista GISELE CORIOLANO, y esta expuesta en la Muestra de Homenaje a Néstor Kirchner que el cumpazo LEO MEDVEDOF organizo en el Centro Cultural Malvinas Argentinas, en La Plata.
La obra con que ilustro este post es de la artista GISELE CORIOLANO, y esta expuesta en la Muestra de Homenaje a Néstor Kirchner que el cumpazo LEO MEDVEDOF organizo en el Centro Cultural Malvinas Argentinas, en La Plata.
No hay comentarios:
Publicar un comentario