jueves, 22 de octubre de 2015

PERONISMO









                "Cuando indicamos nuestra adhesión al Peronismo, debemos expresar que recordamos “los mejores años, de los años felices, del 53% por ciento del Producto Bruto Interno para los pobres, de las nacionalizaciones, del artículo 40, del Pulqui, del Estado generoso, del Bienestar estatal, del keynesianismo desbordante, de los sindicatos, de los abogados de los sindicatos, del Estatuto del Peón, de las vacaciones pagas, de la entrega de Evita hasta el aliento postrero” ( José Pablo Feinmann. “Peronismo. Filosofía política de una persistencia argentina”. Ed. Planeta).

                Y como no podría resultar de otra forma, claramente nos sentimos “Kirchneristas”, como un modo militante de homenajear a quienes encarnaron el sentimiento peronista en realizaciones concretas para lograr la mejor ampliación de derechos y ciudadanía que pueda recordar la historia argentina  en los últimos 50 años.

                Néstor Kirchner, el Presidente Militante, y Cristina Fernández, la Presidenta Coraje; aquellos que cambiaron la historia.

                Para explicar el “ser peronista”, recurro nuevamente a José P Feinmann, que citando el primer capítulo de la “Lógica” de Hegel, expresa: “el ser y la nada se identifican, son intercambiables: cando algo es el todo es la nada, porque las cosas se definen por aquello que las diferencia de las otras. El ser es diferencia.

                Luego citando a Ferdinand de Saussure dice: “…Todo elemento se refiere a otro del cual se diferencia. Una estructura es una totalidad de diferencias. Nada es. Todo ser es diferencia…’

                Luego, afirmando que “en gran medida y no asombrosamente el peronismo vive más en el odio o el desdén de los antiperonistas...” explica: “…en la mayoría de los antiperonistas cuando se llega al fondo de ellos, al abismo de su repulsa, priva el odio al  DIFERENTE encarnado en la figura del GRASA, del POBRE o del NEGRO o del GRONCHO. Y sus actuales manifestaciones: EL PIQUETERO, EL VILLERO, EL PORDIOSERO, LOS CARTONEROS, LOS PIBES DE LA CALLE .” (el destacado me pertenece).

                Esta distinción esencial, que toma la forma del prejuicio discriminador, y que se expresa ya como una contradicción o conflicto o antagonismo o guerra, es quizás la ley primera del credo de la oligarquía gorila argentina, eregida en “clase alta” o “casa patricia” no precisamente por honrar los intereses de la Patría.

                “…durante la década del 30 alguien –célebremente- había dicho que la Argentina era la joya más preciada de la corona británica. Cuando la corona británica vive estragada por la guerra la joya más preciada tiene que abastecerse a sí mismo. A esto se le llama “sustitución de importaciones”. Se sigue exportando hacia la metrópoli en desdicha lo que ya se exportaba y no hay otra salida más que incurrir en una política industrialista. Fabricar en casa lo que nos venía de afuera. Todo proceso de producción genera empleos, dado que necesita obreros. Los obreros trabajan y cobran sus sueldos. Con esos sueldos consumen, algo que no sabían. Al consumir aumenta la producción fabril. Esa producción tiene asiento en las ciudades. Las que empiezan a llenarse de fábricas. Los peones del interior reciben la noticia. Hacen su bagayito y se van para la ciudad. Llegan y encuentran trabajo enseguida. La industria le quita hombres al campo. Nacen las primeras villas miseria. Pero son fruto de un desarrollo que beneficia a los nuevos obreros. Ya tienen trabajo, pronto tendrán hogar. Por ahora la villa. Pero hay un horizonte: lo dibuja el humo de algunas chimeneas, el ruido de los tornos, el rechinar de las máquinas. Avellaneda, Munro, Berisso, ¡ cuantos tallercitos aparecen por ahí!. El tallercito crece y es ahora una fabrica. Lo obreros ganan su dinero y de a poco salen de la villa hacia una vivienda escueta pero digna y siempre provisoria, porque  el trabajo tiene eso: le da al obrero la certidumbre del futuro, el esfuerzo dará sus frutos. Esto venía ocurriendo desde al menos 1935. Cada vez con mayor intensidad. La década –politicamente- era ultrajante, una burla a los derechos civiles de los pobres. Era la década del fraude conservador. De los caudillos comiteriles. De Alberto Barcelo. De Juan Nicolás Ruggiero (Ruggierito). De los que le decían a los humildes: “vos ya votaste”. Alguien le puso un nombre que perduró: “ La década infame”[..] La cuestión es ésta: previa al golpe de 1943 la Argentina se ponía próspera, había trabajo, nacían industrias y -¡aquí viene el sujeto!- un proletariado nuevo, joven, hecho de hombres que habían apenas dejado atrás la vida triste del peón, llegaba a las ciudades. Eran los migrantes internos. Los que Eva Perón habrá de llamar “mis grasitas”. Los que serán apodados “cabecitas negras”…”( Feinmann. Obra citada)

                Esta nueva clase social que reclamaba su protagonismo, no sabía nada de Europa, no les interesaba, era algo infinitamente lejano. “Sabían algo: ellos no eran “Europa”. “Europa” podía ser, acaso la riqueza, lejanamente la cultura o el abecedario,  el saber leer. Y era la Guerra…” (Feinmann. Obra citada) .

La obra con que ilustro este post es de la artista GISELE CORIOLANO, y esta expuesta en la Muestra de Homenaje a Néstor Kirchner que el cumpazo LEO MEDVEDOF organizo en el Centro Cultural Malvinas Argentinas, en La Plata.





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